El adolescente de 16 años fue abatido por la policía en Perth, Australia, hace unas semanas, luego de apuñalar a un hombre, ha despertado una intensa atención y debates sobre la eficacia de los programas de desradicalización y la detección temprana de comportamientos extremistas.

El joven, cuya identidad no ha sido revelada, había estado bajo el programa de lucha contra el extremismo violento durante dos años, financiado con fondos federales. A pesar de su participación en el programa, no tenía antecedentes penales conocidos, lo que agrega una capa de complejidad a la situación y plantea preguntas sobre la efectividad de los programas de desradicalización.

El ministro de policía de Australia Occidental, Paul Papalia, describió el desafío que enfrentan las autoridades al tratar con individuos como el joven en cuestión: "Es una dinámica delicada. Si bien puede que no tengan antecedentes penales, las opiniones peligrosas que sostienen pueden llevar a actos repentinos y violentos".

El incidente ocurrió después de que el joven alertara a la policía sobre su intención de cometer "actos de violencia". Una llamada que hizo al servicio de emergencia planteó una situación de alto riesgo, pero no proporcionó detalles sobre el lugar o el objetivo de sus acciones.

Minutos después de la llamada, un miembro del público informó haber visto al joven en un estacionamiento de una ferretería, sosteniendo un cuchillo. Tres agentes de policía respondieron a la llamada, uno de ellos armado con una pistola, mientras que los otros dos llevaban pistolas paralizantes.

A pesar de los esfuerzos de la policía por incapacitar al joven utilizando las pistolas paralizantes, estos intentos resultaron infructuosos. Según el comisionado de policía de Australia Occidental, coronel Blanch, el joven recibió un solo disparo que resultó fatal.

El incidente ha planteado preguntas sobre la preparación y el enfoque de las fuerzas del orden en situaciones que involucran a individuos radicalizados. Blanch enfatizó que la policía se enfrenta a una situación complicada que involucra tanto la salud mental como la radicalización en línea.

El primer ministro Anthony Albanese destacó la preocupación por el papel de las redes sociales en la promoción de posturas extremas, agregando una dimensión adicional al análisis del incidente. "Es un desafío que no se limita a las autoridades policiales, sino que concierne a toda nuestra sociedad", afirmó Albanese.

Las autoridades aún no han declarado oficialmente el incidente como un acto terrorista, aunque Blanch reconoció que el apuñalamiento tenía características que podrían asociarse con un ataque de esa naturaleza. Sin embargo, subrayó que la investigación en curso no requería recursos federales adicionales y que no había evidencia de una red en curso similar a la identificada en Sydney en incidentes anteriores.

El primer ministro de Australia Occidental, Roger Cook, reconoció que tanto su gobierno como el departamento de educación estatal estaban al tanto de las preocupaciones sobre el comportamiento del joven en la escuela. Sin embargo, no hizo comentarios directos sobre los informes que sugerían intentos de radicalización entre los estudiantes de la escuela a la que asistía el joven.

El incidente ha reavivado el debate sobre la seguridad y la prevención del extremismo entre las autoridades, los líderes comunitarios y los padres preocupados. Además, ha destacado la necesidad de un enfoque integral que aborde tanto los aspectos de salud mental como de radicalización en línea en la prevención de futuros incidentes similares.