Letras de libertad

Miguel Martín Alonso

Miguel Martín Alonso

Almería, 26 dic (EFE).- El centro penitenciario El Acebuche, en Almería, acoge entre sus muros a presos que cumplen penas por diversos delitos, muchos de los cuales han encontrado entre las páginas de los libros de las bibliotecas de la cárcel una forma de mantenerse libres a través de la lectura.

“Tenemos una biblioteca central con más de 15.000 volúmenes que funciona con un sistema de pedido ágil, rápido. Pero hace muchos años nos dimos cuenta de que deben estar al alcance del interno, por ello hemos instalado una biblioteca en cada uno de los departamentos con acceso libre”, explica a Efe el director de la cárcel, Miguel Ángel de la Cruz.

Los fondos de estos rincones de las letras proceden de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, aunque el centro tiene la posibilidad de adquirir sus propios libros. “En los últimos años los fondos más importantes son préstamos que recibimos de otras instituciones o incluso de particulares. Y aquí están en depósito”, señala.

El director de El Acebuche considera que “la lectura es un elemento de extraordinaria importancia para el desarrollo de la persona, especialmente de aquellos que quizá en el exterior no han tenido tantas oportunidades para dedicarse a esta labor”.

Por ello, se fomenta esta actividad y se dota a los internos de los medios necesarios para conseguirlo, con espacios “confortables” en los que se pueda desarrollar esta “afición” y promover cambios “positivos” en los penados.

Además, cada año se acogen presentaciones de libros y se desarrollan tertulias con autores o expertos en la materia a abordar, creando un “club de lectura en el que se lee una obra y posteriormente se comenta”. Aunque la covid-19 ha limitado esta actividad, cuando se desarrollaba se retransmitía posteriormente en una radio de Huércal de Almería.

La directora del Centro de Educación Permanente (CEPer) Retamar -responsable de las clases en El Acebuche-, Rosario Martínez, explica que “en cada una de las aulas hay una biblioteca, que normalmente se ha nutrido siempre de préstamos”.

“Los maestros animamos a que haya actividades de animación a la lectura. Por ejemplo, en mujeres, en estos momentos, el profesor está haciendo una lectura continuada todos los días de un trocito de ‘El Quijote’”, añade.

Miguel G. es uno de los internos que atiende las solicitudes de sus compañeros en la biblioteca central. Le gusta leer narrativa y libros de ajedrez pero apunta que “la gente pide mucho todo el tema del Código Penal, penitenciario, el régimen…”. Aunque hay numerosas materias y diferentes idiomas para elegir.

Eso sí, aclara que hay una decena de internos que “son unas esponjas, lo leen todo”, a la vez que precisa que no solo cuentan con volúmenes físicos, sino con una biblioteca digital con títulos de dominio público.

David P. trabaja en la parte más técnica de la biblioteca, un lugar que considera su “salvación”. “Primero es nuestro trabajo, nuestra labor en el centro. Nos permite salir a trabajar todos los días, cobramos y nos libera la mente”.

“Si llegas y dices qué voy a hacer con mi condena, aquí tienes la oportunidad. Llegué con el graduado escolar y voy por segundo de bachiller”, insiste.

Junto a Carlos O. trabaja actualizando y arreglando ordenadores y ahora están poniendo al día la página web del servidor interior de esta biblioteca.

“Estamos intentando dar una apariencia mucho más moderna y actualizando contenido”, dice Carlos O., quien explica que en este portal web existe “una portada con los accesos a los distintos tipos de educación”. Está la Wikipedia en versión interna, está el Moodle (herramienta de gestión del aprendizaje) y la revista digital con reportajes actividades hecho en el centro”, concluye. EFE

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