La pandemia saca los colores al cuestionado "milagro" portugués

Paula Fernández

Paula Fernández

Lisboa, 27 ene (EFE).- Portugal dejaba atrás una brutal crisis cuando los socialistas llegaron al poder en 2015 con su "milagro" económico, un modelo cada vez más cuestionado, sobre todo después de que la pandemia destapara problemas como la excesiva dependencia del turismo o la fragilidad de los servicios públicos.

Desde la superación de la austeridad heredada de la troika hasta el fracasado presupuesto para 2022, con una crisis económica y social por la pandemia de por medio, los seis años de gestión socialista se someten al escrutinio de los portugueses este domingo.

Y los expertos aseguran que el bolsillo será un factor de peso en las urnas.

DE LA AUSTERIDAD AL "MILAGRO"

"Pasar la página de la austeridad". Fue una de las frases más repetidas por el líder socialista y primer ministro, António Costa, antes de las elecciones de 2015 y durante sus primeros años de Gobierno, en la promesa de acabar con el "yugo" que impuesto por la troika durante el rescate (2011-2014).

La salida "limpia" de ese programa, con un superávit de las cuentas externas, permitió a los socialistas "implementar políticas menos austeras y hasta expansionistas en términos de rentas y pensiones", explica a EFE Aurora Teixeira, profesora de la facultad de Economía de Oporto.

Los socialistas, apoyados por la izquierda, en el pacto bautizado como "geringonça", revirtieron los recortes salariales, descongelaron las carreras, revalorizaron pensiones y redujeron los impuestos a los rendimientos del trabajo.

También aumentaron el salario mínimo, que pasó de 505 euros en 2015 a 705, todo mientras Portugal se mantenía como un alumno responsable ante Bruselas, con disciplina en las cuentas públicas.

Además, apostaron por profundizar en la internacionalización de la economía.

El turismo se disparó y también la inversión inmobiliaria extranjera -con una estrategia de beneficios fiscales y visados iniciada por la derecha que los socialistas propulsaron- y se captó el interés de grandes empresas, como Google.

Fue una transformación que los análisis más optimistas apodaron como "milagro", pero ahora crecen los cuestionamientos sobre si la estrategia fue tan providencial como parecía.

UN MODELO CON MUCHAS SOMBRAS

"Las ganancias de la 'geringonça' se consiguieron a costa de caídas muy sustanciales en la inversión pública. No hubo ningún milagro, la mayor parte del tiempo tuvieron la 'camisa de fuerza' del pacto de estabilidad y crecimiento que obligó a continuar la austeridad", señala a EFE la politóloga Marina Costa Lobo.

Los números lo refrendan: el gasto en Sanidad y Educación, dos sectores en los que se han sucedido las protestas, cayó entre 2015 y 2019.

En 2018, la inversión destinada al Servicio Nacional de Salud (SNS) fue de apenas el 4,3 % del PIB, el más bajo en 15 años.

La economista Teixeira tampoco cree que en el "milagro" porque "las fragilidades estructurales de la economía se mantienen": baja productividad y bajos salarios, precariedad, pobreza o excesiva especialización en el sector servicios, sobre todo en turismo.

Debilidades que se hicieron todavía más evidentes con la pandemia.

EL CHOQUE PANDÉMICO

"Devastador" y "fortísimo" es como define el economista José Reis el impacto de la pandemia en Portugal, porque su economía tenía "debilidades mucho mayores".

Una de las más evidentes es su dependencia del turismo, que representó más del 15 % del PIB en 2019.

De la desplome del 8,6 % registrado en 2020, el turismo fue responsable por casi tres cuartas partes, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).

El crecimiento del sector, impulsado antes de los gobiernos de Costa, se produjo a la par de una desindustrialización que también se ha revelado problemática.

"Fue una economía que se desindustrializó de más y cuando fue necesario recuperar capacidad productiva en estas nuevas circunstancias, no fue tan fácil", asegura el economista Reis.

La pandemia también destapó las carencias de la sanidad pública lusa, que en 2020 tuvo que incrementar su presupuesto en un 96 % para enfrentar la urgencia y que se ha convertido en uno de los temas de la campaña.

Otro son los bajos salarios.

Pese a que se han recuperado los niveles de empleo pre-covid y el paro se sitúa en el 6 %, la precariedad laboral es evidente: más del 70 % de los portugueses de hasta 34 años ganan menos de 950 euros, según un estudio de la Fundación Francisco Manuel dos Santos.

El sueldo medio bruto asciende a poco más de 1.300 euros, tras una subida del 11 % desde 2015, en un país donde el precio de la vivienda se ha disparado más del 50 % en los seis años.

La pandemia deja otras cifras preocupantes. La pobreza alcanzó el 18,4 % en 2020 -más del 20 % entre los niños-.

El Gobierno que salga de las urnas enfrentará el desafío de invertir los 16.600 millones del plan de recuperación europeo en paliar las debilidades estructurales que todavía afectan a Portugal. EFE

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