La patrona de la villa lebaniega fue acompañada durante la marcha por un gran número de devotos

La Virgen de Valmayor y su procesión: un viaje de fe y tradición

Un momento de la procesión de la Virgen de Valmayor recorriendo la tradicional marcha desde la villa de Potes. Fotos: Natalia Magdalena

La villa lebaniega celebra con devoción y alegría una de las tradiciones más antiguas y queridas de Cantabria, uniendo a generaciones en un día cargado de simbolismo y espiritualidad.

 

En el corazón de Potes, donde el tiempo parece detenerse y el eco de las montañas acompaña el latir de sus gentes, la Virgen de Valmayor ha vuelto a ser la protagonista de una jornada donde la fe y la tradición se entrelazan como los hilos de un bordado antiguo. "La tradición no se hereda, se conquista", decía José Ortega y Gasset, y pocas cosas conquistan tanto como el fervor con el que los habitantes de esta villa mantienen viva una celebración que data de siglos atrás.

Este año, como cada 15 de agosto, el repique incesante de las campanas de la iglesia de San Vicente Mártir anunció el comienzo de una procesión que no es solo un acto de fe, sino una verdadera declaración de amor a las raíces. Los devotos de la Virgen de Valmayor, acompañados por los solemnes estandartes de la Hermandad de la Caridad, volvieron a recorrer las calles de Potes en un peregrinaje que culminó en la ermita que guarda a su patrona.

La música de los gaiteros lebaniegos, envolvió el ambiente, transportando a los presentes a tiempos en los que estas melodías marcaban el ritmo de la vida cotidiana. "La música es el verdadero lenguaje universal", decía Longfellow, y en este caso, las gaitas no solo hablan, sino que cuentan historias de generaciones que han encontrado en la Virgen de Valmayor un faro en medio de las tempestades.

La Virgen de Valmayor regresó un año más a su ermita, cumpliendo con la tradición, portada en andas por los devotos de la imagen, desde la iglesia parroquial de San Vicente Mártir en la villa de Potes hasta la ermita en las inmediaciones del Pico Pumar.

Una vez en la campa de la ermita, la misa de campaña, oficiada por el párroco Elías Hoyal, recordó a todos los presentes la importancia de detenerse en medio del ajetreo de la vida para conectar con lo que verdaderamente importa. "La fe mueve montañas", dicen, y en Potes, mueve también a sus gentes, que año tras año suben hasta Valmayor para rendir homenaje a su protectora.

Tras la ceremonia, la jornada continuó con una procesión alrededor de la ermita, el canto de la Salve y el tradicional responso por los cofrades difuntos, actos cargados de simbolismo que no dejan indiferente a nadie. "El pasado no está muerto, ni siquiera ha pasado", escribió Faulkner, y en días como este, esa verdad se palpa en el aire.

La festividad no se quedó solo en la solemnidad religiosa. Los asistentes disfrutaron de una degustación de vino blanco y galletas, bailes tradicionales y una comida campestre que hizo las delicias de todos. Porque, al fin y al cabo, como bien decía George Bernard Shaw, "No hay amor más sincero que el amor a la comida", y en Potes, ese amor se comparte alrededor de una mesa, bajo el cielo azul de Liébana.

Muchos fieles y devotos acompañaron a la imagen, y en la campa de la ermita se celebró una misa de campaña, oficiada por el párroco de Potes, Elías Hoyal. Al concluir la ceremonia, la imagen fue llevada en andas alrededor de la ermita y posteriormente se cantó la tradicional Salve en el interior de la misma. El responso por los cofrades difuntos fue otra tradición cumplida.

La celebración continuó por la tarde, con una merienda tradicional en La Tejera y una verbena en la Plaza de la villa, donde la música y la alegría se apoderaron del lugar, demostrando que en Potes, el espíritu festivo es tan fuerte como su devoción.

Este día en Potes es un recordatorio de que las tradiciones son el alma de un pueblo, y que mientras haya quienes las celebren, nunca desaparecerán. La Virgen de Valmayor, en su retorno a la ermita, no solo reúne a los fieles, sino que fortalece los lazos de una comunidad que, en cada procesión, reafirma su identidad y su historia.

En un mundo que cambia a una velocidad vertiginosa, Potes nos recuerda la importancia de detenernos, de mirar atrás y de celebrar lo que somos. Como dijo alguna vez Chesterton, "La tradición significa dar votos a la mayoría silenciosa, a nuestros antepasados", y en esta villa, ese voto es renovado cada 15 de agosto con devoción y orgullo.