Cultural vs Racing. Frenazo en León

Álvaro Bustos, pugnando por un balón aéreo. / RRC

La Cultural pone fin a la buena dinámica liguera del Racing al ganar 3-0 | El conjunto cántabro careció de mordiente, profundidad y ritmo para hacer daño | El equipo local tuvo una eficacia máxima al sacar máximo rédito a sus llegadas

Parecía una buena oportunidad para desaprovechar una oportunidad. Y el Racing la aprovechó. Llegó a León con viento a favor, respaldado por más de mil personas y dispuesto a jugar contra un rival con muchas dudas que incluso tenía a su capitán en la picota, pero le metieron tres goles. No le marcó ni uno a un equipo que no había dejado su portería a cero en toda la temporada mientras que a los hombres de Fernández Romo les anotaron tres, algo que todavía no había hecho nadie. El conjunto cántabro ya había conocido antes lo que era perder pero siempre lo había hecho por la mínima. Ayer no. Ayer se fue un tanto sonrojado por no haber estado a la altura de lo que demandaba la situación, ya que parecía el momento idóneo de dar un auténtico golpe de autoridad. Habrá que esperar para ello. La fiesta cántabra que se había montado en la grada se desinfló como ya se había desinflado otras veces en ese mismo escenario. El racinguista está lleno de golpes.

Jugar contra la Cultural asegura goles. Se presentó al partido como el equipo más goleador y más goleado de la categoría y, como no podía ser de otra manera, hubo goles. No faltaron a la cita, pero fueron todos a caer al interior de la portería de Miquel Parera, que ayer sólo paró una porque la eficacia que mostró el equipo leonés fue máxima. Llegó cuatro veces y celebró tres tantos que le sentaron como un litro de agua en mitad del desierto. Se había tomado el encuentro como punto de inflexión hacia su reacción definitiva y consiguió lo que habían ido a buscar. Quizá fue abultado el marcador, pero también lo fue el 5-1 que le endosó el Racing al Talavera. Así se escribe el fútbol.

El encuentro estuvo mucho más parejo de lo que terminó reflejando el resultado porque, sobre todo, no hubo ningún equipo que se fuera con decisión, ambición y valentía a por la victoria. Los dos apostaron por el equilibrio. Del Racing se esperaba, pero de la Cultural sólo se intuía. Sobre todo, su prioridad fue frenar la sangría que estaba recibiendo cada semana en su propia área para sacar un mayor rendimiento de su gran potencial ofensivo. Y el plan le salió redondo. No sufrió atrás y aprovechó las que tuvo. Fue como si Ramón se hubiera apropiado del sueño de Fernández Romo.

A éste le faltaron las cartas de las que otras veces ha presumido. Su equipo no fue sólido en defensa y no aparecieron los de arriba. Parece mentira, pero en ocasiones dio la impresión de que le faltó talento en ataque para, por ejemplo, haber culminado de mejor manera las buenas contras de las que dispuso en el primer periodo, que es cuando el equipo dio lo mejor de sí. Lo malo fue que todo cambió al borde del descanso, cuando apareció Cerrajería para sacarse de la manga una jugada tremenda que lo cambió todo.

Los dos equipos habían salido con respeto, sin querer cometer errores y, por tanto, sin arriesgar lo más mínimo. La Cultural no tuvo reparos en dar el balón al Racing pero a éste le costó llegar a zona de peligro. Su rival le tapó bien por dentro mientras que no encontró salidas por fuera. Bustos no estuvo fino y ni siquiera llegó a sacar el cuchillo mientras que por la derecha, ante la ausencia de Soko, el entrenador volvió a echar mano de Manu Justo, un futbolista cuyas aptitudes no parecen las de un extremo. Quizá por eso, ya sea por inercia natural o por mandato del entrenador, tiende siempre a irse hacia dentro con el fin de ayudar a generar superioridades, pero para sacar verdadero partido a ello hace falta un buen carrilero detrás. Y lo cierto es que el Racing viene conformando su retaguardia con cuatro centrales. Los laterales conocen el oficio de sobra, pero hace falta afilar un poco más la navaja para ganar profundidad.

Fue un Racing previsible y una Cultural que lo era más todavía. El encuentro ni mucho menos estaba a la altura del ambiente que se disfrutaba en la grada porque daba la sensación de estar en punto muerto, como esperando a que sucediera algo para que empezara a caminar. Y quien rompió el orden establecido ya en el tiempo de descuento fue Cerrajería, que arrancó en zona de tres cuartos sin que nadie le pudiera parar. Primero dejó en la cuneta a Íñigo para irse con decisión y temeridad al área. Para ello, se apoyó en una pared tras la cual le tiró un caño a Borja Domínguez para después, al verle venir como un ciclón, abrirle la puerta a Mantilla para que investigara qué había más allá de la línea de fondo. Él se quedó parado y pensando qué hacer en sus diez centímetros cuadrados hasta que, tras aprovecharse también de un rebote, finalizar a lo grande. Como para haber salido a hombros.

Fue uno de esos goles que llaman psicológico. En el fondo, todos los son. Fue la última acción de un primer tiempo que hasta el minuto cuarenta no había visto a los porteros. Parera sólo intervino para atajar un tímido lanzamiento de Aarón y, apenas un par de minutos después, en el 42, fue Pablo Torre quien dispuso de un cabezazo en el corazón del área para haber cambiado el hilo rojo de la historia, pero también lo detuvo el guardameta local. Parecieron dos chispazos sin demasiada historia pero lo cierto es que ya estaban calentando el ambiente y preparando el camino para que Cerrajería realizara su gran obra.

 

Cedric pide disculpas y explica cómo se fue la acción que derivó en su expulsión

Cedric pidió «disculpas» por la cartulina roja que vio ayer. Y se explicó: «El que me conoce sabe que jamás actuaría como ha interpretado el árbitro en esa acción. Me levanto de manera efusiva después de la entradad el rival y justo el jugador pasa por encima de mí y el árbitro interpreta lo que no es». Aún así, el delantero dijo entender al colegiado porque reconoce que la acción «da lugar al equívoco». También entiende a Rodri, el defensor de la Cultural, «porque hace lo que tiene que hacer». De este modo, sólo queda aceptar las consecuencias de lo sucedido y esperar a la sanción.

El gol pudo haber hecho reaccionar al Racing, permitirle afilar su colmillo y sacar su vena más ambiciosa, tal y como había sucedido siete días antes en Irún. Sin embargo, ayer no tenía tanta prisa y tuvo mucho tiempo para pensar durante el descanso. Y salió con la premisa de no precipitarse, de no caer en la ansiedad y tener claro que todavía quedaba mucho tiempo. Y lo tenía. Pero cuando se reinició la contienda se encontró con lo previsible: el paso atrás de una Cultural que, ya de por sí, había jugado el primer tiempo con la firme intención de, por encima de todo, mostrarse fiable atrás.

La situación de partido, por lo tanto, no podía ser peor para el Racing. No le gustaban las cartas que había sobre la mesa. Le tocaba monopolizar la pelota y buscar espacios dentro de una defensa concienciada a mantener su tesoro. Y el equipo de Romo sufrió. Como le había sucedido en Logroño o le había sucedido en Vigo después de ponerse por detrás. Fue como si se hubiera quedado sin argumentos. Pablo Torre, que en la recta final del primer tiempo había encontrado espacios, dejó de tenerlos y la maquinaria se quedó un tanto atascada. El conjunto cántabro tenía el balón pero le faltó fluidez, imaginación, alguien que rompiera la rutina o el régimen impuesto por el equipo local.

Al cuarto de hora, Fernández Romo se lanzó a realizar cambios para intentar dar soluciones a un equipo que se estaba constantemente dando cabezazos contra la misma pared. Quiso meter imaginación y capacidad de filtrar pases con Sergio Marcos y mayor mordiente y profundidad por banda con Marco Camus. Lo sorprendente fue que quien se marchó no fue Manu Justo, sino Álvaro Bustos. El cambio en banda derecha, de hecho, vino por detrás, ya que no fue Íñigo quien dejó su sitio en el verde a Sergio Marcos, sino Mantilla, El capitán volvió a enfundarse el traje de lateral derecho aunque apenas ha entrenado por ahí a las órdenes de Fernández Romo. Quiso el técnico agrupar a muchos jugadores en torno al balón pero lo cierto fue que el cambio que de verdad alteraría el encuentro sería el de la Cultural.

Entró al partido Obolski, ese futbolista ruso que jugara en el Barakaldo el curso pasado. Y participó de lleno en los dos goles que marcaría la Cultural antes de que el Racing pudiera sacar conclusiones sobre si los cambios habían sido bueno o malos. A los críticos se lo puede poner fácil el hecho de que ambos tantos llegaron por la banda derecha racinguista y en los dos dio la impresión de haber un jugador de la Cultural que iba en moto y otro del Racing haciendo autostop en bañador y sin una moneda en el bolsillo.

Obolski dejó tirados a Íñigo y Pol Moreno para, seguidamente, ceder la pelota a Aarón, que estaba completamente solo cerca del área verdiblanca. No había nadie a diez metros a la redonda, por lo que armó un disparo que le salió perfecto, ya que se fue con potencia hacia la escuadra izquierda de Parera. Un misil. Aquello fue la puntilla para un Racing que no parecía tener herramientas ni moral suficiente para levantar aquello. Para colmo, poco después, fue esta vez Julen Castañeda (increíble que alguien decidiera en su día que no tenía sitio en el Racing para fichar a Rulo) quien dejó vendidos a Borja Domínguez e Íñigo para asistir a Obolski y que este, a su vez, centrando raso le concediera un gol a Ander Vitoria que anunciaba festival. Tanto es así, que poco después volvieron a repetir el mismo centrador y el mismo rematador, pero el balón se fue alto cuando este último ya lo tenía todo a favor.

El partido estaba ya terminado y lo único que podía conseguir el Racing a partir de ese momento era hacerse daño. Y se lo hizo porque cuando aún quedaba un cuarto de hora, Cedric fue expulsado por hacer una zancadilla desde el suelo a Rodri, que le acababa de hacer una falta. La impotencia genera muchos calentones y éstos hicieron que ayer perdiera el conjunto cántabro algo más que tres puntos, ya que también perdió a su único delantero y a Satrústegui, que vio la quinta amarilla. A estas dos bajas habrá que sumar la de Pablo Torre, por lo que tiene trabajo Fernández Romo.