racing de santander

La pistola contra la espada

Íñigo Vicente, en el partido de Andorra. / LA LIGA
Eder Sarabia afirmó que el Andorra debió ganar 4-1 a pesar de perder 0-1 y de haber tirado sólo dos veces a puerta l El Racing no estaba para cuidar la estética ni la posesión y fue práctico

En pleno juego de huida y persecución por las concurridas calles de El Cairo, Indiana Jones se ve de pronto delante de un temible guerrero egipcio dispuesto a desafiarle. El intrépido arqueólogo no tiene tiempo para entretenerse demasiado pero no puede esquivar el combate. Habrá pelea. De pronto, aquel extraño hombre que pareció salir de la nada saca una gran espada y, para intimidarle, comienza a realizar hábiles maniobras con ella con las que deja claro que es un virtuoso de la herramienta. El hombre es bueno, maneja las dos manos, se pasa el arma por delante, por detrás, por encima y por abajo y da la impresión de, si lo necesita, ser capaz de derrotar a cuatro rivales al mismo tiempo. Sin embargo, el doctor Jones no necesita demasiada floritura. Para ganarle, simplemente saca la pistola, dispara y le mata. A otra cosa.

Esta escena de ‘En busca del arca perdida’, que es la primera de las películas firmadas por Steven Spielberg a partir del personaje ideado por George Lucas, es una de las más recordadas e hilarantes de toda la saga y, en el fondo, se parece mucho a lo que sucedió el pasado fin de semana en el Nacional de Andorra. El equipo local ejerció de guerrero egipcio repleto de un virtuosismo y un sentido de la estética al alcance de pocos pero inocuo. Tanto es así, que murió de un sencillo disparo de alguien que tenía mejores armas o, por lo menos, ideas más claras.

Frente a frente se vieron las caras Eder Sarabia y Fernández Romo, que defienden escuelas muy diferentes. Va ganando el madrileño, ya que logró que el Racing pasara por encima del Andorra el pasado mes de junio, cuando ambos se jugaron el título de Primera RFEF y librarse de tener que jugar este fin de semana la primera ronda de la Copa del Rey, y también se llevó los tres puntos el sábado. Lo hizo de manera diferente en aquella primera ocasión. En esta última, la actuación de los suyos fue más sobria. No estaba el conjunto cántabro para demasiadas florituras y por eso hizo lo justo: sacar la pistola y disparar.

El muerto fue el Andorra y quien salió vivo y con todo el botín del Nacional fue el Racing. Sin embargo, como Eder Sarabia, el entrenador del equipo andorrano, manejó con virtuosismo la espada, entendió que debía haber ganado porque su arma concede muertes y victorias más románticas que la prosaica pistola. «Era un partido de 4-1 y nos vamos 0-1», llegó a decir tras el encuentro. Es un técnico que da absoluta prioridad a la posesión, como si ésta diera puntos, y quizá por eso sólo se quedó con que sus hombres tuvieron la pelota, según las estadísticas oficiales, un 79% del tiempo por sólo un 21%. La diferencia es obvia, pero no le valió para nada, no le sirvió para generar más peligro ni acumular más llegadas. El partido del equipo andorrano fue como realizar maniobras gratuitas con la espalda a quince metros del enemigo porque sólo remató tres veces más que el Racing. Es más, éste contabilizó siete lanzamientos entre palos por sólo dos el equipo local. Son números que no hablan de dominio.

El técnico del Andorra entendía que su equipo debió haber marcado cuatro goles cuando sólo lanzó dos veces entre palos. Curioso. Dio por hecho que acumular posesión, aunque sea en lugares intrascendentes y a base de pases entre sus centrales, da méritos. Es de los que piensa que un buen uniforme ya concede media victoria en la guerra. Y si llega a ser así, Indiana Jones debió haber perdido siempre contra los nazis, ya que son ellos los villanos que mejor visten. Sin embargo, es el arqueólogo quien se sale con la suya vestido con cuatro ropajes sucios y, por supuesto, un sombrero.

Los malos suelen tener un alto concepto estético. Un buen ejemplo de ello es el protagonista de ‘American Psycho’, que incluso en los momentos más farragosos y violentos se muestra preocupado por mantenerse impecable y llevar la corbata adecuada. De mayor se podría haber convertido en Gordon Gekko, otro personaje con clase al que esta vez dio vida Michael Douglas en ‘Wall Street’, la película con la que Oliver Stone quiso advertir, mucho tiempo antes de la crisis del 2008, de los grandes peligros del neoliberalismo. Gary Oldman haciendo de Drácula por las calles de Londres en la versión de Francis Ford Coppola, Robert Mitchum en ‘La noche del cazador’ o Sergi López haciendo de franquista de la Policía Armada en ‘El laberinto del Fauno’, de Guillermo del Toro, son otros tres buenos ejemplos de villanos elegantes. El Andorra podría ser el cuarto.

Los grandes malos de película suelen contar con el privilegio de aparecer bien vestidos y con clase porque, para empezar, suelen actuar desde un pedestal, sin mancharse de grasa porque eso ya lo hacen sus mercenarios. Suelen ser gente de dinero, a veces incluso dueños de grandes corporaciones, y no precisan de ropajes cómodos para superar pruebas o batallar con monstruos como suelen hacer los héroes de las historias. Hay quien, odiando el fascismo, siente una gran atracción por la imaginería y el despliegue estético nazi mientras que pocas dudas hay de que el uniforme del Sur, por mucho que defendiera la esclavitud, era mucho más elegante que el del Norte en la guerra civil norteamericana. Son claros ejemplos de que, por suerte, la estética no suele estar por encima de la ética. Y la ética de un entrenador de fútbol es encontrar la mejor manera de ganar. «Hemos venido a por un resultado y nos lo hemos llevado», resumió Fernández Romo en la sala de prensa del Nacional de Andorra.

Ejércitos perfectamente uniformados pueden ser derrotados por guerrillas sin apenas recursos pero con una gran organización y unas ideas muy claras. Así expulsaron los españoles a las tropas de Napoleón o trataron de resistir a Franco los maquis una vez concluida la Guerra Civil. El Racing acudió a Andorra, donde ya habían perdido este año equipos como el Eibar, el Granada o el Levante, de nuevo con pocas herramientas, sin delanteros y, de partida, con la idea de mantenerse muy ordenado para que su rival tocara y tocara la pelota sin que pasara nada. Y aunque la imagen del conjunto cántabro, sobre todo en el primer tiempo, no invitó a fiestas, también logró que su rival apenas le intimidara. Le mantuvo lejos, jugueteando con la espada y mirándose al espejo diciendo ‘qué guapo soy’.

Al conjunto cántabro, que se sentía feo sin remordimientos, le parecía bien porque había apostado por la táctica de la guerrilla. Como los guerreros del ‘Vietcong’ para frenar la intervención de Estados Unidos en su país. En aquel tiempo, Kissinger ya entendió a Fernández Romo cuando dijo aquello de que «un ejército pierde si no gana y una guerrilla gana si no pierde». El objetivo del Racing era sobrevivir porque era consciente de que estaba terminando el ciclo de las penurias que le han obligado a jugar sin delanteros. Cuando vuelva la competición, confía en volver a tener a todos a pleno rendimiento excepto a Cedric, que tendrá que seguir esperando.

Es posible que al Racing le hubiera gustado ganar de otra manera y al racinguista ver a su equipo contrarrestar de diferente forma el estilismo de su rival. También en el guión de ‘En busca del arca perdida’ estaba previsto que Indiana Jones acabara con el hábil espadachín utilizando su látigo para arrebatarle su arma en mitad de su exhibición y, de esta manera, dejarle indefenso. Sin embargo, cuando tocó grabar la escena, Harrison Ford padecía de disentería, una enfermedad bacteriana que, entre otras cosas, produce diarreas y vómitos. Es decir, que el actor no estaba para grandes cosas. Por eso le propuso a Spielberg «disparar a ese desgraciado», algo que el director aprobó. Como Romo en Andorra. No le hizo falta más. Fue una victoria poco estética pero no estaba en disposición de adornarse. Que lo hicieran otros, que lo hiciera el villano. Él sólo quería disparar su revolver y ganar de un solo disparo. Como se mata en el cine negro.