HISTORIA DE CANTABRIA

Del noble linaje Cachupín, al insultante 'gachupín'

Torre Vélez Cachupín en Laredo.

Para quien se pregunte quienes llevaron el apellido cántabro Cachupín o de donde procede este apelativo, los lectores deben dirigirse al primer tomo de 'El Quijote de Cervantes',  capítulo XIII. Ahí, leyendo, oirán la conversación entre los dos personajes de la gran novela cervantina escrita en español, idioma hablado hoy por más de 600 millones de personas siendo la segunda en USA. Por un lado habla Vivaldo Cachupín (un ‘vivales’, de los negocios, según la vívida expresión irónica de Cervantes). Por otro, nada menos que Alonso Quijano, protagonista de la novela. Así es como Cachupín y Laredo, son conocidos universalmente gracias al genio cervantino.

Como dijimos, Cachupín es el apellido histórico e identitario de la noble progenie natural de Laredo, Cantabria y del que toma nombre el premio de la revista Vivir en Cantabria. Además, cuenta con sus blasones pétreos de la encina y el lobo pasante, que los identifica adheridos a las fachadas de sus diferentes casas nobiliarias en alguna de las cuales puede leerse su divisa o lema: 'Antes faltarán lobos y encinas que casas cachupinas'.  Torres y viviendas cachupinas, no solo de la comarca en torno a la villa laredana, sino en varios lugares de Castilla como Burgos, Palencia o Valladolid. En cambio, Gachupín (así con G), tiene su origen histórico y etimológico, en el puerto mejicano de Veracruz. Veamos.

El año de 1624 designado por la Corona española, el décimo cuarto virrey de Méjico, Diego Carrillo de Mendoza y Pimentel (1560-1636), primer marqués de Gelves, sufrió una conspiración política que lo destituyó de su cargo. Fue sustituido por Rodrigo Pacheco y Osorio (1580-1652), tercer marqués de Cerralbo, que ocupó el virreinato mexicano entre noviembre de 1624 a septiembre de 1635, pues solicitó una prolongación de tres mandatos para apaciguar los ánimos de los conspiradores anteriores, castigando a alguno de ellos.

El origen lingüístico del término despectivo Gachupín, no solo lo han buscado los etimólogos mejicanos afanosamente, sino que sitúan sus raíces en el Norte de España, pero referidas a los españoles llegados a Méjico como emigrantes nuevos, posteriores a los primeros exploradores y colonos. En Centroamérica, sus genealogistas, filólogos y estudiosos de las lenguas nativas trataron de relacionar Gachupín con el náhuatl, es decir el idioma indígena, buscando su traducción a partir de la palabra Gachupín con ‘G’. Fonema que en Méjico a partir del siglo XVII, fue un término despectivo para todos los españoles llegados especialmente a este territorio de Mesoamérica. Y se mantuvo como grave insulto, hasta la llegada masiva de los miles de exiliados republicanos de la Guerra Civil 1936-39. Dichos expatriados, intelectuales, científicos y especialistas industriales en su mayoría, fueron amparados por el presidente Lázaro Cárdenas. Forzando el náhuatl floreció cactzopini, los lingüistas mejicanos del siglo XIX, en su afán por extraer la esencia filológica, lo tradujeron como zapato que pica o picudo. Estos etimólogos mejicanos asociaban tal palabra arcaica, a las espuelas que los caballeros y exploradores españoles calzaban y que aparecen pintadas en las telas indígenas. Por tanto, es así como en el contexto histórico-geográfico de Gachupín, el término se extendió por algunos lugares de Hispanoamérica. Así fue como en Perú, se asocia con el de Chapetón y sus derivados aumentativos y diminutivos o de sus prefijos y sufijos.