Revisión populista de la historia de España

Hernán Cortés evangelizando Méjico.

Estos días ha sido noticia la decisión de la presidenta electa de Méjico de vetar la presencia del Rey de España en su toma de posesión, con el ridículo y esperpéntico argumento de que Felipe VI no había contestado a una carta en la que se le pedía que se disculpase por la actuación de los españoles durante la conquista, allá por las primeras décadas del siglo XVI, de lo que en la actualidad es el estado de México, inexistente en aquellas lejanas fechas. Sin entrar ahora en la evidente y grosera falsedad de las absurdas acusaciones formuladas por las autoridades mexicanas, cabe resaltar que, ante semejante sinrazón, la respuesta del gobierno español fue la correcta y adecuada, indicando que no habría representación oficial española en el acto de toma de posesión, por resultar incomprensible y carente de toda lógica el motivo por el que no se invitaba al Rey de España.

Aunque este episodio no deja de ser anecdótico, y posiblemente no tenga mayores consecuencias en las relaciones entre ambos estados, lo cierto es que refleja hasta dónde puede llegar el populismo, y cómo, por razones puramente propagandísticas, se puede, incluso, falsear o reescribir la historia, y utilizar las versiones interesadas y completamente falsas de la misma en provecho de regímenes de corte autoritario, que no dudan en aprovecharse de una absoluta ausencia de rigor histórico en beneficio propio. Por desgracia, este hecho, que en este caso roza lo absurdo por lo disparatado y ridículo que resulta, sin embargo, es más frecuente de lo que parece, e incluso nuestro país no es ajeno a tan deplorable manipulación y, en este sentido, bastaría recordar cómo en los últimos años hemos asistido a una revisión de lo que ha sido en nuestra historia reciente la actuación de la banda terrorista ETA, que, pese a haber cometido más de ochocientos asesinatos, además de innumerables secuestros, extorsiones, y un sinfín de actos execrables, que destrozaron la vida de miles de víctimas inocentes, sin embargo, esa repugnante actuación ha sido blanqueada por el partido socialista y sus socios, hasta el punto de calificar como hombres de paz a algunos personajes que fueron condenados por terrorismo, y se ha llegado a defender su contribución a la democracia, pese a haber sido durante muchos años el máximo azote de la misma, y haber laminado la libertad en el País Vasco, que vivió un auténtico régimen de terror durante el tiempo en el que duró la abominable acción de esta banda asesina.

Llama poderosamente la atención el gusto que le ha cogido la izquierda, y singularmente la extrema izquierda, a este ejercicio de reescribir la historia, quizá porque si tuviera que enfrentarse a la verdadera historia del comunismo, con hechos, cifras y datos reales, les resultaría sumamente difícil justificar cómo es posible seguir dando lecciones de una insoportable superioridad moral a los seguidores de una ideología que, allí donde ha llegado a gobernar, ha provocado más de cien millones de muertos, los crímenes de estado más atroces que nos podamos imaginar, y la completa privación de libertad a los ciudadanos que tuvieron que sufrirla, quienes, pese a ser denominados eufemísticamente camaradas, eran en realidad auténticos súbditos o vasallos de un estado todopoderoso y opresor, que eliminaba sin piedad cualquier oposición al terrorífico régimen imperante. En cualquier caso, y por volver al tema que nos ocupa, lo que queda fuera de toda duda es lo sumamente peligroso que resulta la revisión populista de la historia.