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De fraude a maravilla mundial: La verdad detrás de las cuevas de Altamira

Varias personas visitan la Neocueva en el Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira. / P.P.H.
Cuando las pinturas de las cuevas de Altamira fueron descubiertas, la ciencia del siglo XIX no estaba preparada para aceptar que los humanos prehistóricos pudieran crear arte tan sofisticado

En 1879, las Cuevas de Altamira, en Cantabria, fueron descubiertas por Marcelino Sanz de Sautuola y su hija, quienes encontraron impresionantes pinturas rupestres paleolíticas en su techo. Sin embargo, lejos de recibir el reconocimiento inmediato que hoy tienen, el hallazgo fue inicialmente tachado de fraude. La comunidad científica de la época, marcada por la pugna entre el evolucionismo darwinista y el creacionismo, desestimó la posibilidad de que los humanos prehistóricos tuvieran la capacidad artística para crear algo tan sofisticado.

El descubrimiento de las Cuevas de Altamira

Todo comenzó cuando Modesto Cubillas, un tejero asturiano, descubrió la entrada de la cueva en 1868 mientras perseguía a su perro. Sin embargo, no fue hasta varios años después, en 1879, que el paleontólogo aficionado Marcelino Sanz de Sautuola inspeccionó el lugar y, gracias a su hija María, de solo ocho años, se toparon con las magníficas pinturas que hoy conocemos. María fue la primera en notar los bisontes y otros animales que decoraban el techo de una de las salas laterales de la cueva.

Sanz de Sautuola, tras estudiar el arte de las cuevas del sur de Francia en la Exposición Universal de París de 1878, comprendió la importancia de lo que habían hallado. En 1880 publicó un folleto titulado Breves apuntes sobre algunos objetos prehistóricos de la provincia de Santander, donde afirmaba que las pinturas de Altamira pertenecían al Paleolítico Superior. Su tesis fue apoyada por Juan Vilanova y Piera, catedrático de la Universidad de Madrid, quien también defendió la antigüedad de las pinturas.

La acusación de fraude

A pesar de las evidencias presentadas por Sautuola y Vilanova, el descubrimiento fue recibido con escepticismo. En el siglo XIX, el debate entre ciencia y religión, entre la evolución y la creación, estaba en su punto álgido. Muchos científicos rechazaban la idea de que los seres humanos prehistóricos pudieran haber creado obras artísticas tan avanzadas, y algunos acusaron a Sanz de Sautuola de haber alojado en su casa a un pintor moderno que habría falsificado las pinturas. Este rechazo no solo fue científico, sino también social, y la etiqueta de fraude se cernió sobre las pinturas de Altamira durante años.

El propio Sautuola fue profundamente afectado por estas acusaciones y murió en 1888 sin ver reconocida su tesis. Tras su muerte, y la de Vilanova en 1893, la credibilidad de las cuevas de Altamira permaneció en duda hasta que en 1902, el prehistoriador Émile Cartailhac, uno de los críticos más duros de Sautuola, se retractó públicamente. En su obra Les cavernes ornées de dessins. La grotte d'Altamira, Espagne. Mea Culpa d'un sceptique, Cartailhac reconoció que se había equivocado, y a partir de ese momento las cuevas comenzaron a recibir el reconocimiento universal que hoy ostentan.

El reconocimiento internacional: La Capilla Sixtina del Paleolítico

El mea culpa de Cartailhac fue un punto de inflexión en la historia de las Cuevas de Altamira. A medida que se descubrieron otras cuevas con arte rupestre en Francia y otras partes de Europa, los expertos comenzaron a aceptar que los humanos del Paleolítico no solo cazaban y recolectaban, sino que también eran capaces de crear arte sofisticado. Así, las cuevas de Altamira pasaron de ser un descubrimiento cuestionado a convertirse en uno de los principales exponentes del arte prehistórico mundial, apodadas la Capilla Sixtina del Arte Paleolítico.

Legado de Sanz de Sautuola y las Cuevas de Altamira

El reconocimiento de las pinturas rupestres de Altamira fue tardío, pero hoy en día representan uno de los mayores logros de la humanidad. Sanz de Sautuola, que fue injustamente acusado de fraude, ha sido reivindicado póstumamente como un pionero en la investigación del arte paleolítico. Las Cuevas de Altamira siguen fascinando a arqueólogos, historiadores y turistas de todo el mundo, y su importancia no solo reside en la belleza de sus pinturas, sino en lo que representan para la comprensión de la capacidad artística de nuestros antepasados.