En un contexto de creciente tensión y descontento en Venezuela, el presidente Nicolás Maduro ha solicitado el apoyo del Kremlin para sofocar las protestas contra su controvertida reelección. La intervención de Rusia, encabezada por Vladimir Putin, incluye el envío de mercenarios del grupo Wagner para ayudar en la represión de la oposición.

Las recientes elecciones presidenciales en Venezuela, celebradas el 28 de julio de 2024, resultaron en una declaración de victoria por parte de Nicolás Maduro. Sin embargo, numerosos observadores internacionales y líderes opositores han cuestionado la legitimidad de los resultados, alegando un fraude electoral masivo. La oposición, liderada por Edmundo González Urrutia, ha presentado evidencia que sugiere que obtuvo la mayoría de los votos, a diferencia de los resultados oficiales que favorecen a Maduro.

Las protestas contra los resultados han sido severamente reprimidas, con más de 2.200 personas detenidas, incluidas figuras de la oposición y periodistas. La respuesta de Maduro a las manifestaciones ha sido brutal, con un incremento en la violencia y restricciones a la libertad de prensa.

Intervención rusa

Para fortalecer su control sobre la situación, Maduro ha recurrido al apoyo de Rusia. Putin ha enviado la Flota del Báltico, con el buque escuela Smolny anclado en La Guaira, cercano a Caracas. Además, se ha confirmado la presencia de mercenarios rusos del grupo Wagner en Venezuela, que han sido vistos colaborando con las fuerzas gubernamentales. Estos mercenarios están encargados de proteger a Maduro y entrenar a las fuerzas militares especiales venezolanas.

El presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy ha expresado su preocupación en redes sociales sobre la presencia de estos mercenarios en Venezuela. La intervención rusa ha sido percibida como una forma de Moscú para consolidar su influencia en América Latina y desafiar la política exterior de Estados Unidos en la región.

Reacciones internacionales

El Departamento de Estado de EE.UU. y la Unión Europea han rechazado los resultados de las elecciones y no han reconocido la victoria de Maduro. Estados Unidos ha felicitado a González Urrutia y ha instado a una transición pacífica y negociada en Venezuela. El secretario de Estado, Antony Blinken, ha condenado la represión de las protestas y ha llamado a una resolución inclusiva del conflicto.

Mientras tanto, los esfuerzos de mediación liderados por Brasil, México y Colombia han fracasado en producir un cambio significativo. Estos líderes, aunque amigables con Venezuela, han sido incapaces de presionar a Maduro para que publique los datos electorales y detenga la represión.

Implicaciones regionales y globales

La creciente presencia de Rusia en Venezuela es vista como una maniobra estratégica para contrarrestar la influencia de EE.UU. en el hemisferio occidental. La participación de Rusia no solo refuerza a Maduro, sino que también establece a Venezuela como un punto clave para la influencia rusa en América Latina. Expertos como Jorge Jraissati y Ariel González Levaggi han señalado que esta situación podría desestabilizar aún más la región y fortalecer los regímenes autoritarios.

El impacto de la intervención rusa podría tener repercusiones en la política global, especialmente en el contexto de la rivalidad entre Rusia y Estados Unidos. La creciente colaboración entre Moscú y Caracas representa un desafío significativo para la política exterior estadounidense y subraya la necesidad de una reevaluación de la estrategia de EE.UU. en América Latina.