22.07.2024 |
El tiempo
lunes. 22.07.2024
El tiempo
El Diario de Cantabria

TENERIFE 1-0 RACING

Una derrota que pudo ser goleada

El Racing perdió por la mínima en Tenerife | Sigue sin sumar ni marcar tras cuatro partidos | Sólo las intervenciones de Miquel Parera mantuvieron a su equipo en el partido aunque, tras el 1-0, se vino abajo

Una derrota que pudo ser goleada

Ni cuando lo merece ni cuando no lo merece. El Racing ni suma ni marca. Ayer recibió un fuerte sopapo por parte de un Tenerife que se mostró superior, que jugó a lo que quiso y que, en verdad, pudo golear al conjunto cántabro. Éste dio la cara durante el primer tiempo y llegó a dar réplica a las constantes llegadas del conjunto local, pero lo cierto es que si llegó con vida al tramo final del encuentro fue gracias a Miquel Parera, que no ha conseguido irse a dormir todavía con su portería a cero pero que está siendo, probablemente, el mejor del equipo en este arranque de campeonato. Es un buen reflejo de los males que acechan a un equipo en el que ayer ni siquiera funcionó su centro del campo. Se marchó del terreno de juego con una derrota pero, a su vez, dando gracias de no haber salido colorado.

Ya fue un milagro que al descanso se llegara empate a cero porque aquello pareció un combate de boxeo entre dos pegadores. Ambos púgiles descuidaron sus defensas y se centraron en sus principales argumentos ofensivos, que en el conjunto cántabro se localizaban en las bandas y en el isleño en Enric Gallego, que se convirtió en un faro con tanta luz que deslumbraba. Se movió entre líneas con presencia y comodidad encontrando unos espacios que el Racing se mostró incapaz de anular. El delantero catalán jugó cómodo y se sintió un gigante con capacidad de convertir balones sospechosos en banquetes que, aún así, despreciaron los más veloces de sus compañeros.

Partió el conjunto cántabro con una alineación renovada, sobre todo en defensa, donde sólo continuó Pol Moreno respecto al equipo de siete días atrás. Volvió Germán mientras que en bandas, donde causaron baja por lesión Unai Medina y Satrústegui, se atrevió Fernández Romo con Dani Fernández y Saúl, dos laterales con potencial de carrileros y, por lo tanto, con alegría a la hora de irse al ataque. En el extremo derecho también fue una novedad la presencia de Mboula, que comenzó fallón pero en seguida se convirtió, durante un cuarto de hora, en el gran argumento ofensivo de los suyos. Después desapareció. Como Sekou, que ni siquiera se presentó.

El resultado fue un equipo que dio la impresión de quedar más deslavazado, menos junto y con más espacios entre líneas que otros días. Ni siquiera la presencia de dos hombres como Fausto Tienza e Íñigo, que garantizan un centro del campo contenido y sin perder de vista a los centrales, impidió que corriera el aire a sus espaldas. Contar, además, con dos laterales tan veloces garantizaba frenar a los dos cuchillos que tenía el Tenerife por bandas con Waldo y Mo Dauda, a los que buscaban con descaro. Porque el Tenerife, al igual que el Racing, tenía las ideas muy claras. Ambos equipos miraron para arriba en cuanto se hicieron con el balón haciendo que fuera un partido con muy poca presencia del centro del campo. El balón pasaba de un área a otra con facilidad y, sobre todo, con rapidez. Dio la impresión de que ambos púgiles buscaban el KO pero claro, no todos tienen las mismas manos. Hay boxeadores a los que les pesa más que a otros.

Y el pegador ayer era el Tenerife, que marcó uno pero pudo haber marcado muchos más. Si no se fue con un resultado mucho más amplio fue gracias a la presencia de Miquel Parera, que se lució como, probablemente, nunca antes se había lucido con la camiseta verdiblanca. Fue el salvador de los suyos, el que sostuvo al equipo en el partido realizando intervenciones de tremendo mérito, de aparecer en todos los resúmenes y de colgar en un museo como el mejor de los goles. La pena fue que no sirvió para sacar de quicio a Borja Garcés, al que le amargó la existencia durante el primer tiempo. Sin embargo, en el segundo fue el autor del gol. El delantero no se vino abajo, insistió y tuvo su recompensa.

La idea del Tenerife era llegar arriba cuanto antes, enviar el balón a sus últimos hombres en dos pases sin necesidad de marear la posesión. No quería acumular porcentaje, sino generar peligro. Dibujaba líneas verticales no sólo cuando robaba, sino también cuando sacaba de puerta. Y a quien miraban siempre era a Enric Gallego para que generara superioridades y dotara de auténticos regales a alguno de los bandas o a su compañero de delantera, ya que jugó el equipo isleño con 4-4-2. Eso le debía generar una superioridad en la zona ancha al Racing que no aprovechó porque los anfitriones lograron que el medio campo se borrara del terreno de juego.

La velocidad de los atacantes blanquiazules puso en evidencia a menudo las limitaciones de Pol Moreno y Germán. De hecho, las primeras oportunidades de verdad del Tenerife, que llegaron los minutos 20 y 23, fueron muy similares. En la primera, un pase de Enric Gallego permitió a Mo Dauda ganar la espalda al central andaluz para presentarse ante Parera. Llegó Dani Fernández para estorbarle mínimamente pero, sobre todo, fue la gran y rápida reacción del guardameta lo que abortó la opción. Después, el pase fue a Borja Garcés, quien dejó por el camino a Pol Moreno. El remate del delantero fue el primer encuentro entre el ariete y cancerbero de Manacor, que atajó con seguridad.

El Tenerife ya había avisado a los cinco minutos, cuando pidió un penalti que no pitó el árbitro por mucho que pareciera más claro que el que costó al Racing la derrota de hace siete días. Fue un inicio de encuentro descontrolado, sin que nadie diera la impresión de querer poner un poco de pausa al juego. De ahí sacó el conjunto cántabro un remate de Mboula con su pierna mala y, sobre todo, como respuesta a la doble ocasión local, un gran centro por su banda tras un cambio de ritmo que la cabeza de Iñigo Vicente, que quizá no lo esperaba, desperdició. Con todo, el de Derio se resarció poco después con la que, quizá, fue su mejor acción desde que llegó al Racing. Con un autopase dejó atrás a Mellot y, cuando éste le volvió a alcanzar, frenó en seco para dejar sentado al francés. A partir de ahí, ya dentro del área, pudo haber buscado a un compañero pero en ese momento ya no estaba para nadie. Sólo veía portería, pero su duro remate lo atajó Soriano. Fue la única intervención que el Racing le obligó a hacer.

El partido parecía loco, más de patio de colegio que de Segunda División. El gol debía llegar en cualquier momento y pareció mentira que no llegara en el 32, cuando, en sólo tres pases, el Tenerife pasó de un área a otra para que otra vez Enric Gallego le regalara un nuevo pastel a Borja Garcés. Fue un mano a mano que el ariete remató fuera, lo que dio muestras ya de desesperación en el delantero, que todavía se quedó más tocado a los cuatro minutos de la reanudación, cuando recibió un centro de Mo Dauda en el área pequeña al que sólo quedaba apretar el gatillo. Su control fue perfecto pero su remate a boca jarro fue abortado por Parera con una intervención fuera de lo normal.

Lo habitual, tras haber perdonado tres goles cantados, habría sido que Garces se hubiera ido a la cama sin cenar, pero acabó marcando. Y marcó en la más insospechada. De nuevo nació la oportunidad en una acción generada con tres pases. El balón en largo pasó por encima de la cabeza de Saúl, llegó a Waldo, que entró como Pedro por su casa, y su centro llegó a los dominios del rematador, que remató mal, de manera extraña y sin que nadie sepa muy bien cómo. Eso hizo que el balón hiciera un extraño y que, por lo tanto, entrara para dentro.

Quiso reaccionar Fernández Romo jugando con tres centrales y dos carrileros pero el equipo se vino abajo con el gol. Se pasó todo el segundo tiempo sin fútbol ni fe para hacer daño a un Tenerife bien plantado que no pasó apuros. Incluso vio cómo el Racing se quedaba con diez en el descuento por una falta estúpida de Germán, que no ha podido comenzar con peor pie su andadura en el equipo verdiblanco. A día de hoy, ni mucho menos ha demostrado que deba jugar en detrimento, por ejemplo, de Rubén, que ayer entró en la recta final, cuando se cambió el dibujo para buscar lo que parece imposible, que es reaccionar a un gol contrario.

Una derrota que pudo ser goleada
Comentarios