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Altamira protagonista del programa de hoy de 'La Revuelta'

La Cueva de Altamira es un legado invaluable de la capacidad artística y espiritual del ser humano en sus primeros pasos como sociedad 
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Altamira protagonista del programa de hoy de 'La Revuelta'

La Cueva de Altamira, ubicada en el municipio de Santillana del Mar, en Cantabria, es uno de los sitios arqueológicos más importantes de la prehistoria y un lugar que ha sido fundamental para el estudio del arte rupestre paleolítico. Desde su descubrimiento en 1868 por Modesto Cubillas y posterior estudio por Marcelino Sanz de Sautuola, la cueva ha sido objeto de numerosos análisis y excavaciones, revelando una riqueza cultural y artística que abarca varios períodos del Paleolítico Superior.

Descubrimiento y reconocimiento

El descubrimiento de Altamira se produjo casi por casualidad cuando Cubillas, un cazador asturiano, encontró la entrada de la cueva mientras intentaba liberar a su perro atrapado entre las grietas de unas rocas. Sin embargo, no fue hasta que Marcelino Sanz de Sautuola visitó la cueva años más tarde, junto con su hija María Sanz de Sautuola, que se identificaron las pinturas en su interior. Fue la niña quien exclamó al verlas por primera vez: "¡Mira, papá, bueyes!", un comentario que marcaría el inicio del reconocimiento de este importante hallazgo.

A pesar de la importancia del descubrimiento, en su momento no fue aceptado por la comunidad científica. Los expertos europeos, principalmente los prehistoriadores franceses, cuestionaron la autenticidad de las pinturas, argumentando que era imposible que hombres del Paleolítico pudieran haber desarrollado un arte tan sofisticado. Las dudas sobre la veracidad de las pinturas se prolongaron durante años, hasta que el hallazgo de otros ejemplos de arte rupestre en cuevas de Francia y España a finales del siglo XIX permitió confirmar que las obras de Altamira eran auténticas y pertenecían al Paleolítico Superior.

Importancia arqueológica y artística

La cueva fue habitada por humanos modernos (Homo sapiens) durante varios períodos, principalmente entre 36,000 y 13,000 años atrás, abarcando culturas del Auriñaciense, Solutrense, Gravetiense y Magdaleniense. A lo largo de este extenso período de ocupación, se realizaron las pinturas y grabados que hoy hacen de Altamira un tesoro arqueológico.

El estilo artístico de las pinturas se enmarca en la llamada escuela franco-cantábrica, que se caracteriza por el realismo y la detallada representación de los animales. El techo de los polícromos, uno de los aspectos más destacados de la cueva, ha sido comparado con la Capilla Sixtina del arte rupestre, debido a la maestría con la que se representan figuras como bisontes, caballos, ciervos y jabalíes en colores rojo, ocre, negro y amarillo. Estas pinturas no solo muestran un profundo conocimiento anatómico de los animales, sino también una notable habilidad para utilizar el relieve natural de la roca para dar volumen y dinamismo a las figuras.

Desarrollo y técnica de las pinturas

Las técnicas empleadas en Altamira revelan una notable sofisticación para la época. Los artistas utilizaban pigmentos minerales, como el óxido de hierro (para los tonos rojos y ocres) y el carbón vegetal (para los contornos negros), que mezclaban con agua o aplicaban en seco. El trazado de las figuras se realizaba primero con un grabado que delimitaba los contornos y luego se aplicaba el color, creando un efecto tridimensional gracias al uso de las irregularidades de la roca.

Uno de los aspectos más llamativos de las pinturas de Altamira es la perspectiva torcida, un estilo en el que se combinan vistas de perfil y de frente en la misma figura, como es el caso de los bisontes, cuyas cabezas y cuernos se ven de frente, mientras que sus cuerpos se muestran de perfil. Además, la utilización del relieve natural de la cueva para acentuar el volumen y el movimiento de los animales, junto con el uso de colores contrastantes, genera una ilusión de realismo que sigue sorprendiendo a los expertos en arte rupestre.

Impacto y conservación

La Cueva de Altamira fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985, reconociendo su valor universal como uno de los testimonios más importantes de la capacidad artística del ser humano en la prehistoria. En 2008, la declaración fue ampliada para incluir otras 17 cuevas del norte de España que también contienen ejemplos excepcionales de arte rupestre paleolítico.

Sin embargo, la conservación de Altamira ha sido un desafío constante debido al impacto que los visitantes han tenido en la estabilidad de su microclima. A lo largo del siglo XX, la cueva fue abierta y cerrada al público en varias ocasiones para proteger las delicadas pinturas de la humedad y el dióxido de carbono generados por los visitantes. En 1977, se decidió cerrar la cueva tras años de visitas masivas que llegaron a alcanzar los 174,000 visitantes anuales, una cifra que amenazaba con deteriorar las obras irreparablemente. En 2001, se inauguró una réplica de la cueva en el Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, permitiendo al público admirar el arte paleolítico sin dañar el original.

Interpretación y significado

El significado de las pinturas de Altamira ha sido objeto de numerosas teorías. Algunos investigadores han propuesto que estas imágenes podrían tener un carácter mágico o religioso, relacionadas con rituales de caza o fertilidad. Otros sugieren que el arte rupestre refleja las concepciones del mundo de los pueblos paleolíticos, sus creencias y su relación con la naturaleza. El arte, en este sentido, sería una forma de comunicación entre los miembros de la tribu, una manera de compartir conocimientos y valores a través de las generaciones.

Una de las teorías más recientes, planteada por estudiosos como Lewis-Williams y Dowson, sugiere que el arte rupestre podría estar relacionado con experiencias chamánicas y estados alterados de conciencia. Según esta interpretación, los artistas paleolíticos habrían representado en las paredes de las cuevas las visiones que experimentaban durante trances rituales, una hipótesis apoyada por comparaciones con el arte de cazadores-recolectores contemporáneos.

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