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¡La virgen cántabra que ‘apareció’ y nunca se fue!

La Virgen de la Bien Aparecida, patrona de Cantabria desde 1905, encarna la espiritualidad única de la región
El Santuario de la Bien Aparecida . / A.S.P
El Santuario de la Bien Aparecida . / A.S.P
¡La virgen cántabra que ‘apareció’ y nunca se fue!

Mientras en otras tierras proliferan las advocaciones de santos y mártires, en Cantabria es el nombre de María el que resuena con fuerza, un vínculo que se remonta a siglos atrás. Pero, ¿qué hace tan especial a esta figura mariana que desde hace siglos ha conquistado el corazón de los cántabros? Vamos a descubrirlo.

Un matiz único en la devoción Mariana de Cantabria

En un recorrido por la geografía espiritual de España, encontramos en muchas regiones devociones fervientes a santos locales, mártires de la fe y apóstoles venerados en numerosas ermitas y parroquias. Sin embargo, en Cantabria, la presencia de María se siente con especial intensidad. Este fenómeno, que podría parecer una simple casualidad, tiene una explicación más profunda: María, la Bien Aparecida, no es solo una figura mariana más, sino que es la patrona de la región desde 1905. Esta distinción, sin embargo, no llegó de un día para otro, sino que es el resultado de una devoción popular que cuenta con más de tres siglos de historia.

La historia de la Virgen de la Bien Aparecida nos lleva al siglo XVII, en la España de Felipe III, un periodo de profundos cambios religiosos y sociales. Mientras el fervor del Concilio de Trento se disipa, Cantabria sigue encontrando en la fe una constante que la define. En este contexto, en el pueblo de Marrón, un grupo de pastores encuentra en 1605 una pequeña imagen de la Virgen, de tan solo 21 centímetros, en una ventana de una ermita situada en un alto cercano al Hoz de Marrón, en el municipio de Ampuero.

Un descubrimiento misterioso y un fervor creciente

El hallazgo de la Virgen de la Bien Aparecida es, desde el principio, un evento envuelto en misterio y espiritualidad. Imaginemos la escena: un grupo de pastores caminando por el collado de Somahoz, cerca de una modesta ermita dedicada a San Marcos, cuando, de repente, encuentran una imagen. ¿Cómo llegó allí? ¿Quién la puso? Las respuestas a estas preguntas se pierden en el tiempo, pero lo cierto es que esta pequeña talla de la Virgen, de 21,6 centímetros, se convirtió rápidamente en el centro de la vida religiosa de la comunidad.

A lo largo de los años, esta devoción se fue fortaleciendo. En 1670, se funda la Cofradía de Nuestra Señora de la Bien Aparecida, patrona de la Buena Muerte, un grupo de fieles que testimoniaba la devoción creciente hacia la Virgen en la región. Esta fe no solo se practicaba en Cantabria, sino que los montañeses la llevaron consigo allá donde fueran.

Un símbolo para los montañeses en Madrid

En 1752, los cántabros residentes en Madrid, conocidos en el resto de España como montañeses, fundaron la Congregación de Nacionales de las Montañas de Burgos, también llamada Congregación de Nacionales de la Montaña, bajo el patronazgo de la Bien Aparecida. La imagen de la Virgen fue venerada en la iglesia de San Felipe el Real en Madrid. En aquellos tiempos, el término "Montañas de Burgos" se utilizaba para referirse a un amplio territorio que incluía lo que hoy conocemos como Cantabria, así como partes de las provincias de Burgos, Palencia e incluso algunos valles asturianos.

Los registros de la época muestran cómo la devoción a la Bien Aparecida era ya un sentimiento arraigado entre los cántabros. Diversas publicaciones del siglo XVIII, como el "Diario curioso, erudito, económico y comercial" de Madrid en 1786, y el "Diario de Madrid" en 1807 y 1808, documentan las celebraciones en honor a la Virgen. Aunque oficialmente no se declaró su patronazgo hasta 1905, la Bien Aparecida ya era considerada por muchos como la patrona de Cantabria.

Su significado para la comunidad cántabra

En 1955, la Virgen de la Bien Aparecida fue coronada canónicamente por el obispo Eguino y Trecu. Esta coronación no solo marcó un reconocimiento oficial de su importancia espiritual, sino que también consolidó su lugar en el corazón de los cántabros. Desde entonces, cada 15 de septiembre, el santuario de la Bien Aparecida se convierte en un hervidero de devotos que acuden a celebrar su festividad con procesiones, rezos y ofrendas florales.

Un tesoro en el corazón de Cantabria

El santuario de la Bien Aparecida, ubicado en el municipio de Ampuero, es un reflejo de esta devoción centenaria. El templo, cuya construcción comenzó gracias al impulso de la fe popular, se levanta con una arquitectura sencilla pero imponente, abrazada por el paisaje montañoso cántabro. La imagen de la Virgen, que data del siglo XV, se mantiene intacta y ha sido vestida con ropajes de gran belleza, convirtiéndose en el corazón espiritual del santuario.

El santuario no solo es un lugar de peregrinación, sino también un símbolo de la identidad cántabra. La pequeña talla de la Virgen, con su delicado barniz en el rostro y la cabellera, su manto recogido y vestido dorado con pliegues azules, representa la humildad y la fe de un pueblo que ha encontrado en María una guía y protectora.

Una devoción que trasciende fronteras y épocas

La Bien Aparecida no es solo una figura religiosa, sino un símbolo de la unidad cántabra. Desde su misteriosa aparición en una ventana de la ermita de Marrón, hasta su veneración en Madrid y su coronación canónica, la Virgen ha acompañado a los cántabros en su historia y en su fe. Su festividad, que se celebra cada 15 de septiembre, atrae a miles de fieles de todos los rincones, demostrando que su legado sigue vivo en el corazón de Cantabria.

En un mundo donde las tradiciones locales a menudo se ven amenazadas por la globalización y el cambio, la devoción a la Bien Aparecida se alza como un recordatorio de la importancia de la fe y la identidad. Porque, al final del día, Cantabria es tierra de María, y María, la Bien Aparecida, es más que una patrona: es el alma de una región orgullosa de su herencia y su historia.

¡La virgen cántabra que ‘apareció’ y nunca se fue!
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