Las estelas de Barros, ubicadas en Los Corrales de Buelna (Cantabria), son uno de los símbolos culturales más representativos de la región. La importancia histórica y simbólica de estas piezas arqueológicas trasciende su mera existencia, hasta el punto de que una de ellas, la Estela de Barros I, forma parte del escudo oficial de Cantabria y se asocia a otras representaciones identitarias, como el lábaro cántabro.

Sin embargo, su cronología y función exacta siguen siendo un enigma para los expertos. Las teorías sobre su datación varían considerablemente: algunos sitúan su origen en el siglo III a.C., otros entre el siglo I y III d.C., e incluso hay quienes sugieren una fecha medieval, lo que genera interpretaciones conflictivas entre los historiadores.

Las estelas, ahora ubicadas en el Parque de las Estelas, abierto al público en 2001, no han estado exentas de dificultades. En 2011, ambas estelas sufrieron actos vandálicos que dañaron su estructura, lo que generó una gran controversia sobre la seguridad del recinto. A ello se sumaron problemas administrativos y conflictos de propiedad entre el Ayuntamiento y la Iglesia, que han afectado su conservación y exposición al público. Actualmente, el parque está abierto, aunque no todo el año, y las visitas requieren cita previa.

Estela de Barros I

Con 1,75 metros de diámetro y un grosor de 36 centímetros, la Estela de Barros I es una pieza impresionante que ha sido conocida con varios nombres a lo largo del tiempo, como "La Rueda de Santa Catalina" o "Rueda de la Virgen". En una de sus caras, presenta una esvástica de cuatro brazos, mientras que en la otra aparece un círculo central rodeado de cuatro medias lunas, un diseño que se cree es exclusivo del antiguo pueblo de los cántabros, ya que no tiene paralelos en otras culturas indoeuropeas de la península.

Este simbolismo ha llevado a teorizar que estas estelas podrían estar relacionadas con prácticas religiosas de culto al Sol y la Luna, tal como sugiere el texto de Estrabón, quien mencionaba que los cántabros realizaban ceremonias durante las noches de plenilunio.

Estela de Barros II

Por su parte, la Estela de Barros II, de 2,46 metros de altura y 30 cm de grosor, fue hallada fragmentada y restaurada en 1999. Aunque comparte gran parte de su iconografía con la primera estela, presenta una esvástica de cinco brazos en su reverso, lo que la distingue de su "compañera". Se cree que, al igual que otras estelas cántabras, su ubicación junto a ermitas sugiere una función religiosa o espiritual, posiblemente relacionada con la "cristianización" de lugares de culto precristianos.

En definitiva, las estelas de Barros son un legado arqueológico y cultural de gran valor, cuya interpretación sigue siendo objeto de debate entre los expertos. Aunque su cronología y simbolismo no están completamente claros, su impacto en la identidad cántabra y su inclusión en representaciones oficiales como el escudo de Cantabria las convierte en piezas fundamentales del patrimonio de la región.