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El Diario de Cantabria

LA MAGIA DE LOS JUEGOS OLÍMPICOS DE PARÍS 2024 LLEGÓ A SU FIN

París 2024 se despide con una emotiva ceremonia de clausura

Los anillos olímpicos se elevan sobre un Estadio de Francia sumido en la oscuridad, marcando el cierre de unos Juegos históricos.

Fuegos artificiales sobre el Estadio de Francia durante la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de París 2024. Foto: Michael Kappeler/dpa

Firma: Michael Kappeler / dpa
Fuegos artificiales sobre el Estadio de Francia durante la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de París 2024. Foto: Michael Kappeler/dpa Firma: Michael Kappeler / dpa
París 2024 se despide con una emotiva ceremonia de clausura

La ciudad de París, que acogió los Juegos Olímpicos después de un siglo, se despidió anoche de la mayor celebración deportiva del mundo con una ceremonia de clausura que quedará para siempre en la memoria de todos los que tuvieron el privilegio de presenciarla. Durante la velada, llena de simbolismo, arte y emociones, los anillos olímpicos, ese emblema universal de la hermandad entre los pueblos, se elevaron hacia el cielo nocturno del Estadio de Francia, iluminando el final de diecinueve días de intensa competencia y logros inolvidables.

La ceremonia arrancó con una interpretación cautivadora de Zaho de Sagazan, quien entonó "Under the Paris Sky" (Bajo el cielo de París), una canción que encapsuló el espíritu de la ciudad anfitriona. Su voz resonó con fuerza, evocando la belleza y el romanticismo de la capital francesa, mientras los atletas y espectadores se preparaban para vivir una noche mágica. El ambiente en el estadio era de una mezcla de nostalgia y celebración, marcando el cierre de unos Juegos que han dejado huella en la historia del deporte.

Uno de los momentos más esperados fue la aparición de Léon Marchand, el nadador francés que brilló con luz propia en estas Olimpiadas, recogiendo la llama olímpica en los jardines de las Tullerías. Este gesto simbólico dio paso al desfile de los atletas, que recorrieron el estadio en una atmósfera cargada de orgullo y satisfacción. Estos deportistas, verdaderos héroes contemporáneos, fueron recibidos con vítores y aplausos mientras pasaban frente a miles de espectadores que celebraban sus logros, independientemente de la bandera que representaran.

Sin embargo, el punto álgido de la noche llegó cuando los anillos olímpicos, construidos como enormes estructuras de seis metros de altura, comenzaron a elevarse lentamente hacia el cielo. A medida que los anillos encajaban en su posición para formar el icónico símbolo olímpico, el estadio quedó sumido en la oscuridad, iluminado únicamente por los destellos de las cámaras y la luz dorada que emanaba de los anillos. Este momento, acompañado por un silencio reverencial, fue una representación perfecta de la unidad y el respeto mutuo que los Juegos Olímpicos fomentan entre las naciones.

El pianista Alain Roche, suspendido en el aire, ofreció una interpretación magistral del "Himno de Apolo", una de las composiciones más antiguas de la antigua Grecia, que fue descubierta en las ruinas de Delfos. Este himno, que en su origen rendía homenaje al dios de las artes y la profecía, fue acompañado por la poderosa voz del tenor franco-suizo Benjamin Bernheim. La música, en combinación con la escenografía visual, capturó la solemnidad y la grandeza de la ocasión, mientras los asistentes se sumergían en la magia del momento.

La ceremonia también sirvió para rendir un merecido homenaje a los 45.000 voluntarios que, con su esfuerzo incansable y su dedicación, hicieron posibles estos Juegos. El reconocimiento a su labor fue recibido con un aplauso unánime que resonó en todo el estadio, destacando la importancia de su contribución al éxito del evento. Sin estos voluntarios, que han trabajado en la sombra, los Juegos no habrían sido posibles.

Uno de los momentos más impactantes de la ceremonia fue la aparición de la diosa Nike, diosa de la Victoria en la mitología griega, cuya estatua emergió del suelo del estadio, junto al misterioso viajero dorado, un personaje central en la narrativa visual de la noche. Inspirado en el mundo de la ciencia ficción, el viajero dorado guio al público a través de un viaje simbólico que exploró los vestigios de los Juegos Olímpicos, reanimándolos con su energía y pasión.

Este "viajero dorado" fue interpretado por el talentoso bailarín de breakdance Arthur Cadre, quien con su alta figura y movimientos acrobáticos, simbolizó la continuidad y la eternidad de los Juegos Olímpicos. La actuación de Cadre, que combinó danza, acrobacia y teatro, fue un reflejo de la capacidad del arte para trascender el tiempo y el espacio, sugiriendo que, incluso en un futuro lejano, el espíritu olímpico perdurará.

El final de la ceremonia llegó con una promesa de futuro, cuando la bandera olímpica fue entregada a los representantes de Los Ángeles 2028, la próxima sede de los Juegos. Esta transición, cargada de simbolismo, marcó no solo el cierre de una edición exitosa, sino también el inicio de la preparación para los próximos Juegos, donde el espíritu de la competencia y la camaradería volverá a florecer.

París 2024 se despidió en medio de ovaciones y aplausos, dejando atrás recuerdos imborrables y estableciendo un nuevo estándar para futuras ediciones de los Juegos Olímpicos. Los parisinos, y el mundo entero, celebraron una vez más la unión de los pueblos a través del deporte, en una noche que será recordada por siempre como un brillante final para unos Juegos históricos.

París 2024 se despide con una emotiva ceremonia de clausura
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